miércoles, 21 de septiembre de 2005

Más viajes.

Utilizando a Bunbury malamente, diré eso de "adios compañeros, adios, hoy me despido de todos". Mi viaje no es a ninguna parte, es a Austria y Chequia. Esta vez no habrá tienda de campaña ni mochila. Será de esos viajes con hotel, desayuno caliente y ropa limpia. Otro estilo. Otra manera de ver el mundo, más artificial, menos dura, distinta.

Dicen que es un lugar precioso, con puentes sobre canales de ensueño y calles empedradas. No puede haber mejores referencias. Aunque también nos avisan: extremadamente caro todo.

La semana que viene volveré. "Que tengan suertecita".

domingo, 18 de septiembre de 2005


Aquí estamos ya en la cima, a la que logramos llegar tras mucho sufrir por causa de las mochilas. Hay como una pequeña plaza arriba del todo justo en frente del pórtico de la iglesia, y donde estoy es a uno de sus lados. Si pudiésemos mirar al otro lado del muro veríamos muuuuchos metros de caída. La peña que se ve al fondo es donde tenían que ir los obreros a por piedra cuando bajaba la marea, como ahora en la foto. De hecho la gente aprovechava e iba hasta allí. Yo me quedé con las ganas pero no podíamos dejar la mochila en ningún sitio (el plan Vigiperato contra un posible atentado que nos amargó a la hora de buscar taquillas y demás) y no eran tantas mis ganas como para ir con ella. Además podría habernos cogido la marea...
También hay que decir que los más románticos escribían cosas en la arena para que los que estábamos arriba lo pudiésemos leer. Hacían unas letrotas inmensas porque sino era imposible, habitualmente sus nombres haciendo gala de gran imaginación.

Hola Paloma.

No logro imaginarme cómo pudieron levantar este edificio. Increíble.

La calle principal, siempre en cuesta. Tuvimos que cargar hasta el final con las mochilas porque no nos dejaban azotarlas en ningún sitio... y pesaban lo suyo.

La puerta de Saint Michelle y cantidades ingentes de gentes. Lo que no sé es de dónde salían si no había ningún pueblo cerca. Serían todos turistas.

miércoles, 14 de septiembre de 2005

Saint Michelle.


Aquí está el que sin duda es el lugar más asombroso e increíble que he visto en mi vida. Es una construcción que se inicia en el románico como una pequeña abadía sobre una peña en el delta de un río y que termina en el gótico (parte superior) y fortificada como necesidad por las incesantes guerras en la zona. Al subir la marea sólo queda la carretera que han levantado hace poco para llegar a él, y cuando baja se ve como podeis observar en la foto. La zona donde estoy yo saltando queda completamente cubierta por el agua.

La altura y la verticalidad del conjunto es sobrecojedora, increíble se mire desde donde se mire.

Cuenta la leyenda que una princesa mandaba a sus obreros a buscar piedra para continuar con las obras a la peña que hay más allá. El problema es que a causa de la precariedad de los medios de transporte, carros tirados por mulas y en el mejor de los casos caballos, y por la arena, en muchas de las ocasiones les pillaba la subida de la marea a medio camino y se los llevaba. No deja de ser una lástima que algo tan precioso haya sido tan cruel. Cuentan tambié que las obras se llevaron a término gracias a la insistencia de un obispo al que en sueños visitó Saint Michelle (San Miguel) y le instó a terminarlas costase lo que costase.

Finalmente y debido a lo apartado del lugar, al que se llega en bus desde un pequeñísimo pueblo a varios kilómetros (que es la estación de tren más cercana), decidimos pasar allí la noche, en un aparcamiento donde se colocaban las autocaravanas y que habían habilitado para que no le alcanzase el agua. El resto de aparcamientos, al subir la marea, quedaban cubiertos, por ello tenían unos carteles avisando de la hora a que era la pleamar.

Un sitio aluciante. De cuento de hadas.

Un lugar de paso.


Bueno, tengo un problemilla a falta de que Paloma me corrija. El problemilla es que no me acuerdo dónde leñe es esta foto. Sí que es camino de uno de los sitios más impresionantes que he visto en mi vida, que es una ciudad en la que sólo gastamos unas dos horas, suficientes para llegar a este asombroso edificio que era del ejército, pero no recuerdo el nombre. De todas formas no tenía mucho que decir de él. Del siguiente sí.

lunes, 12 de septiembre de 2005


La playa y esa mochila roja regalada por el Jueves que tan pronto desfalleció.

Helado.


Comiéndome un gan helado de cosas raras. No tenían bolas de fabada porque no les habían llegado. Suelo pedirme mi helado de chocolate y limón, pero ya que estábamos fuera pedí algo distinto... no recuerdo de qué era pero a partir de ahora ser conservador en la elección de mis helados.

Carnac.


Tras nuestro provechoso paso por la Rochelle llegamos a Carnac. Por su posición privilegiada en el mapa, pensamos que iba a ser un pequeño reducto de belleza y aguas cristalinas. Lo que nos encontramos fue un lugar turisticón al estilo Benidor (sin alcanzar la cutrez de nuestras costas). Muchos campings en poco sitio y con pocas comodidades. Resultó que aquí también estaban de fiestas y, tras dar unas cuantas vueltas por la feria, terminamos en la playa junto a todas las pandillucas de chavales que estaban haciendo botellón, o cantando cosas raras como hacían unos un poco extraños (puede que seminaristas). Al día siguiente volvimos a una playa bastante parecida a la de la Rochelle, pero sin mariquitas.

La tienda.


La tienda. Tras mucho pensarlo, mucho buscar opiniones al respecto entre quienes ya se habían hecho un interrail y foros de internet, decidimos llevar una tienda de campaña. Una suerte para nuestros bolsillos y una desgracia para mi espalda. La tienda es vieja hasta donde mi memoria alcanza y cuando llueve cala si desde dentro tocas la "pared", cosa inevitable si contamos que dentro dormíamos Paloma, las mochilas y yo. El lado bueno es que si los alberges rondan los 20 eurazos por cabeza y noche, los campings rondan los 15 euros los dos por noche, y sin contar que en muchos puedes colarte y no pagar nada. Tuvimos muy buen tiempo hasta Amsterdam donde nos llovió y, por supuesto, caló. Entonces tuvimos que comprar un plástico que le poníamos encima a modo de condón y ya tema solucionado. Si a alguien le preocupa el que no se duerma bien en el suelo que no se preocupe, se suele llegar tan cansado que duermes en cualquier sitio. Sólo puedo poner un pero, que es que en los campings de sitios muy turísticos y concurridos, a los jóvenes nos azotan en zonas donde no hay parcelas y donde terminamos todos unos encima de otros como sucede en las fiestas del Sella. En la foto, a falta de que me lo confirme Paloma, estamos en La Rochelle todavía.

Nuestra primera parada de interrail fue en San Sebastián y la seguda, donde hicimos noche en la estación, fue al lado de Irún ya en Francia. Colgaré algun foto de esos momentos pero ahora mismo las tengo un poco revueltas. Trataré de segui un orden cronológico en la medida en que pueda. Por cierto, la noche que pasamos en la estación la pasamos con un paisano que venía desde Santiago de vuelta del Camino, que le había llevado unos dos meses desde cerca de Le Mans. Se había jubilado y se había largado a ver mundo. La mujer, según él, le estaba esperando en casa... si es que aún lo esperaba.

Saludos.

domingo, 11 de septiembre de 2005


Una pena de foto.

La Exterminadora.

Derrotados por las mariquitas.

Rochelle.


Aquí estamos en La Rochelle. Es una pena que no pueda colgar las fotos de la ciudad, que es preciosa, con unas construcciones a piedra a los lados de la entrada la ría y unos bonitos puentes y casas muy cuidadas. El problema es que las fotos que tenemos son hechas de noche y no se ve el fondo bien. Aquí estamos en una playa en una isla muy turística a la que se llega en autobús a través de un largo puente sobre el mar. Las playas, muy al estilo Mediterraneo (aun estando en la costa Cantábrica), y la zona de bastante dinero. No demasiada gente y suficientemente cuidado. Nada grandioso.

La historia es algo mas larga. Cuando llegamos, sudando chorros por el insufrible calor y las pesadas mochilas, sólo pensábamos en la playa, así que cuando logramos llegar al camping y montar por primera vez la tienda salimos escopetados en busca de la playa más cercana. Cuál fue nuestra sorpresa al ver que susodicha playa estaba infestada de mariquitas, sí, esos bonitos insectos que parecen inofensivos y hasta graciosos, pero que cuando se arrejuntan alrededor tuyo en un número cercano al de ciento de miles se convierten en insufribles criaturas. Era increíble. La gente parecía no importarle y las mujeres por lo general tenían alrededor suyo un surco rojo de las mariquitas que iban matando según se les posaban encima. Las duchas eran ya de por sí un cementerio de mariquitas. Ni en el agua se podía estar a salvo, ¡llegaban nadando!. Allí nació una heroína, la EXTERMINADORA. Cerca del ataque de nervios, cual Hidro verde, Paloma se transformó en la Exterminadora de mariquitas. Su osadía y su arrojo no tenían parangón, pero era superada en número de cientos de miles a uno, por lo que nos vimos obligados a retirarnos en una honrosa derrota. Terminamos tirados en un lugar cualquiera a la sombra de un establecimiento cerrado bebiendo una cerveza, machacados.

Ya por la noche nos fuímos de juerga y coincidió que eran las fiestas del pueblo. Allí había un concierto que la gente veía tirada en la hierba fumando sus cosas y bebiendo tranquilamente en un abmiente muy relajado. Por las calles, cortadas al tráfico, iban tocando cada varios metros distintos músicos (sorprendentemente buenos), haciendo sus espectáculos de malabares los hippies e incluso algún chiflado con música electrónica. Lo extraño, acostumbrados a la mediocriadad de los grupos que pueden surgir en nuestras ciudades, es que eran músicos muy buenos. Dentro de que muchos eran hippies auténticos, descalzos y con las más variadas pintas, eran gente que sabía lo que hacía y eran de calidad. Podríamos compararlo con una Semana Negra de más calidad, mejor ambiente y menos borrachera cerda.

Ya al día siguiente fuímos a la isla donde estoy en la foto a pasar allí el día hasta el siguiente tren dirección a Carnas.

Nuestro amigo el tren.


Tras numerosos problemas con el blog (...) que no me han dejado y que me han imposibilitado el colgar las fotos, aquí empieza la recreación de lo que fue nuestro viaje. Para empezar, como no podía ser de otra manera, colgar la foto de un momento en el tren, ese maravilloso instrumento de locomoción en que tantísimas horas gastamos (8 para llegar de Brujas a Berlín). Un libro, un ajedrez electrónico, el chorizo, agua y un poco de morro intentando ponernos en 1ª clase y cogiendo más asientos de los que nos correspondían. Tipical Spanish, por lo que pudimos observar.