martes, 21 de febrero de 2006

Elfen Lied.




Y aquí vuelvo con el anime. En este caso con Elfen Lied. Pues eso, tras unas semanas tirándome de los pelos con la burrita del emule, logré volver a hacerla caminar y terminé de bajarme la serie. No os haceis a la idea del enganche que teníamos para verla, ya que nos habíamos tragado los primeros capítulos y los siguientes no terminaban de llegar. De hecho llegué tarde a algún entrenamiento y a alguna clase por quedarme a verla.

Podríamos decir que la trama tiene algo que ver con los X-men en tanto que se ocupa de la discriminación que los humanos hacen de otros “seres” que pululan por ahí con poderes extraños. Vale, no tiene más parecido que ese. Seguimos. Pues resulta que nacen niños con deformidades y con poderes, digamos, poco tranquilizantes. Y de ahí en adelante, en los 14 capítulos, a tratar de entender de qué va el tema. Y engancha, vaya que si engancha.

Algunas cositas: la serie es muy gore. Mucha sangre, mucha mutilación y mucho miembro suelto por los aires. Y, como no, por otro lado es realmente tierna. Las relaciones entre los personajes, un poco melosas para mi gusto, dan el contrapunto a la sangre. Cuando Nyu empieza a hacer pijadas no deja de ser gracioso y la hija del doctor, la segunda monstruíto, es adorable.

En todo caso lo bueno de la serie es lograr mantener el interés y el suspense del espectador hasta el final. La intriga y la curiosidad son sus grandes bazas, junto con las calderadas de sangre y miembros.

Saludos.

lunes, 13 de febrero de 2006

El aula.

¿Quién no dijo alguna vez eso de "cuánto daría por volver al cole"?
Pues yo lo he logrado... pero en vez de ser el niño rompehuevos al que todo profesor odia, soy el profesor que odia.
Esta semana, o la siguiente, me toca hacer la práctica del CAP.
Desde que empecé la carrera quise dar clase, y alguna vez me vi en la pizarra explicando algo, pero eran cosas de las clases y eran universitarios. Ahora no. No soy un alumno haciendo una exposición, soy el profesor, y tengo a unos individuos sanguinarios esperando mi fallo para descojonarse. Yo voy a ser ese que tiene que conseguir hacer comprensible algo que no lo es tanto, mantener su interés en algo que no les interesa, lograr que no se desmadren cuando sólo quieren echarse unas risas... uffff. Uy uy. Dejo de escribir que tengo que ir al servicio.

jueves, 9 de febrero de 2006

Una historia.

Contemos una historia:

Imaginémos un gran reino, de verdes praderas entre altas y magestuosas montañas, formando una cordillera cual muralla que protegiese en su seno una perla de valiosísimo valor. Un río caudaloso que mantuviese alimentado todo cuanto viviese a su vera. Veranos soleados e inviernos suaves. Abundante y variada caza, grandes y apetitosos peces. Y entre todo ello, la muchacha más bella jamás vista.

Pero como siempre todo tiene su sino. En este caso, y como todos imaginábamos, la muchacha era la princesa del reino. Sobreprotegida por un amoroso y celoso padre que espera del yerno nombre, dinero y honor. Para ello no permitía a su hija el contacto con ningún chico de su edad sin su permiso y supervisión. Pero el rey era poderoso, mas no omnipotente, y la chica terminó por ver un buen día a un muchacho. Un simple recadero. Traía el pan cada día a palacio desde la casa de su padre. Y ella se escondía todos los días para verle venir. Primero por escapar de la vigilancia del padre y saborear lo prohibido. Después por curiosidad. Más tarde se dijo a si misma que por costumbre. Y finalmente... ya no sabía por qué iba pero no podía dejar de hacerlo. Se ponía nerviosa cuando llegaba nuestro recadero e imaginaba cuando se iba cómo sería hablar con él. "Todo llega" se dijo, "un día hablaré con él".

Y llegó. Una buena mañana, mientras el muchacho esperaba su paga, ella salió tras un árbol para acercarse. "¡No!" y rehusó volviéndose a esconder. Pero ya le había visto. "¿Hola?" dijo nuestro amigo, "¿por qué te escondes de mí?". Ella no dijo nada. "¿Quieres un trozo de pan? está muy bueno. Yo ya me he comido un buen cacho, jejeje, como se entere mi padre...". Ella temblaba y se mordía el labio tras el árbol. Volvió a oir su voz pero no le entendió y entonces cerró los ojos. Algo le tocó la nariz. Abrió los ojos. Era él rozándole con un trozo de pan. "Pruébalo, hazme el favor". Ella duda. Titubea. Él insiste. Coge el mendrugo. Lo prueba. <¡Dios!> piensa ella. <¡Qué malo está!>. Pero no lo dice. "¿Te gusta?" pregunta él, "lo he hecho yo, es mi primer pan". Ella sonríe. Asiente. "Sí, está muy bueno". Y sigue comiendo. Él la mira con una sonrisa en la boca. Ella se ruboriza. Él se da cuenta. Se asusta. La vuelve a mirar. <¡Qué guapa es! no me había dado cuenta>. Se ruboriza. No dicen nada. Evitan y buscan sus ojos. Él dice adios y echa a correr.

Al día siguiente él vuelve, más temeroso, menos confiado. Da la caja con la mercancía. Espera en la puerta a que le den el dinero. Mira a un lado y a otro. Está nervioso. Le pagan. Pide el dinero que no cobró ayer pero le dicen que no saben nada. Las protestas son inútiles. Se da la vuelta y se va cabreado. "No te dije mi nombre" oye a su espalda tras unos pasos. Allí está ella y a él se le olvida la paga. Ella le tiende la mano y la ofrece algo. <¿Qué es?> se pregunta. "Es tú dinero tonto". Se miran, se sonríen. Se citan para el día siguiente.

Dia a dia, semana tras semana, mes a mes. Y ya es inevitable. Se quieren. Se aman con locura. Su pasión es ingente. Se desean, se respetan, se aman. Se saben hechos el uno para el otro. Se saben la perfecta unión... Pero todos sabemos que no termina aquí. Todos sabemos que el padre lo descubre. Que le prohibe volver a ver a ese pobre niño pobre. Y todos sabemos que ella incumple tal orden. Les vuelven a pillar.

Ahora viene la cuestión.

El rey encarcela al muchacho. Días más tarde le saca a un ruedo donde le ofrece dos puertas.

"Tras una de esas puertas hay un terrible tigre. El más fiero que mis hombres han podido capturar. No tengas duda de que te matará nada más verte. Odia a todos los hombres y tú no eres una excepción. Te descuartizará. En la otra puerta se esconde la doncella más bella de todas cuantas tengo en mi arén. Su belleza y su agudez la convierten en irresistible. Ella obedecerá mis órdenes al pie de la letra y la ordenaré amarte y quererte, satisfacerte en todo cuanto quieras. Te ofrezco tras esa puerta riqueza y belleza, pero al otro lado del reino, en una zona hermosa y pacífica.
Mañana deberás escoger una puerta. Suerte."

El muchacho se queda sin dormir toda la noche. Llora y llora su desgracia... o su suerte. No sabe qué querer.

La princesa se acerca a su ama de llaves. A su vez su ama de llaves habla con un amigo. Y éste con el guardián del terrible tigre. La princesa se entera de cuál es la puerta del tigre.

Vayamos con la cuestión. Cuando él sale al ruedo y se le hace escoger una puerta él tiembla. Duda. Y en última instancia mira a su princesa. Ella sabe que puede hacer un simple gesto y él abrirá la puerta que ella le señale. También sabe que si abre la del tigre él morirá. Y sabe que si abre la de la hermosa muchacha, él se tendrá que ir y se enamorará, sin remedio, de tal belleza. No hay posibilidad de vuelta. No hay posibilidad de reencuentro. O muerte o pérdida, que es muerte. Advierto. No cabe un futuro para ellos pues él se enamorará de la belleza que se le ofrece. Él muere para ella en cualquiera de los dos casos, mas en el segundo se lo ofrece a otra chica.

¿Qué le dijo ella? ¿Qué le dirías tú?

Saludos.

Democracia deliberativa.

Todos no hemos preguntado por qué estamos en una democracia. Qué diabólicas eventualidades históricas nos han llevado a ella y, sobre todo, ¿no hay un modelo mejor?. Por lo general se piensa, creo que acertadamente, que no existe un modelo más adecuado y mejor para lograr eso que llamamos dignidad, y un pao más allá, felicidad. Sin embargo vemos que no siempre funciona bien la democracia. Parece en ocasiones que se aproxima a un ocaso de estupidez, donde las opciones se reducen a dos partidos políticos de dudosas diferencias ideológicas y enormes paladas de mierda que arrojar al contrario. En otras ocasiones desemboca en crónicas rosas de encuentros y desencuantros entre nuestros dirigentes estériles y absurdos. Parece que las democracias poco a poco se van convirtiendo en sistemas de gobierno bipartidistas donde dos corrientes, cada vez más próximas entre sí, se van alternando en el poder. Y en las que, del mismo modo, lo importante deja de ser gobernar bien y pasa a ser el colocarse la corona de poder.

Ante esto una serie de filósofos, políticos, sociólogos, etc, están desarrollando una teoría que llaman Democracia Deliberativa. No es nueva, en absoluto, de hecho tiene importantes componentes socráticos y kantiano, y antecedentes en su aplicación, concretamente la Atenas del sV.

La democracia deliberativa, en su perfil más teórico, es expuesta en Democracia Deliberativa, de Jonh Ernest, por él mismo y sus colaboradores. Es un compendio de artículos acerca del tema. Pues si la democracia actual, llamémosla agregativa, que es la nuestra, la de votar cada cierto tiempo sin mayor reflexión que la individual, parece no ser todo lo buena que debiera (alta abstención, alto nivel de votos en blanco, votos disgragados en partidos políticos absurdos, votos irónicos como los echados a Maradona, etc), la democracia deliberativa quiere ir un paso más allá y llenar ese vecío. Avanzar. Consiste en plantear los problemas a la misma comunidad para que sea el individuo el que reflexione en público, razone en público, delibere (que no discuta) en público. Con ello se busca que el individuo se ponga en la piel del otro para entender sus intereses y ceder en sus ambiciones, tratando de llegar a un acuerdo en pos del bien de la comunidad; y en última instancia, tras haber deliberado y sin llegar a un acuerdo, votar. Pero incluso votando, al haber habido deliberación, quien salga “derrotado” deberá aceptar la legitimidad de la resolución.

Por supuesto, lo que Benjamin llamó “libertad de los modernos”, que son las libertades particulares de expresión, conciencia religiosa, etc, deberán ser aseguradas y no serán objeto de deliberación.

Se deberían habilitar espacios públicos para la deliberación. No todos deliberamos sobre todo, por supuesto, pero sí que en las cosas que nos atañen. La organización del asunto es lo de menos. La idea es la de aportar todos algo más que un papel a nuestro gobierno. La idea es participar de los asuntos que nos rodean, y hacerlo públicamente. Con la deliberación tengo que exponer racionalmente mis motivos en público y tratar de llegar a un acuerdo con el otro, que no es mi enemigo ni mi contrincante. Es mi vecino y es miembro de la comunidad.

Dejo estas pinceladas del extenso cuadro que es la teoría de la Democracia Deliberativa. Os remito al libro de Ernest y os dejo algo en que pensar.

Antes de que se me arroje a la cara la hermosa palabra de utopía, debo añadir que en Puerto Alegre, una especie de ciudad estado dentro de la ingente Brasil, se lleva pracando este modelo desde hace unos 20 años. Y añadiré también que es la ciudad más rica de Brasil.

Saludos.

lunes, 6 de febrero de 2006

Ups.

Laura: ¿Te quedarás en casa esta noche? creo que tengo gripe.

Fred: Me he comprometido a visitar a Joe (un compañero de trabajo).

Laura: (Si no me hace ese pequeño favor, ¿cómo podré contar con él cuando tenga un problema más serio?) Nunca quieres quedarte en casa; rara vez te pido que hagas algo.

Fred: (Si ella insiste en tenerme en casa por algo tan pequeño, ¿qué ocurrirá cuando suceda algo impostante, como cuando tengamos hijos? No es razonable en absoluto. Si tengo que someterme a cualquier deseo de ella, no podré respirar) Lo lamento, pero de verdad que tengo que ir.

Laura: (No puedo confiar en él. Debería liberarme de esta relación mientras puedo y encontrar a alguien en quien confiar) Anda, si quieres ir. Encontraré a alguien que se quede conmigo.

Irracionalidad.

Los generales son famosos por insistir en emplear estrategias cuya inutilidad está claramente demostrada. En la Primera Guerra Mundial, era evidente, aunque sólo fuera por la batalla de Verdún, en la que se perdieron 800.000 vidas, que, en la guerra de trincheras, los ataques directos no sólo estaban condenados al fracaso, sino que suponían más pérdidas para los atacantes que para los defensores. Sin embargo, en la batalla de Somme, el general Haig, que en las primeras horas ya había perdido 57.000 hombres, siguió atacando las posiciones alemanas, muy bien defendidas, con nuevas y terribles pérdidas de tropas.
En este caso no era Haig el que sifría, claro está, sino sus hombres.

Irracionalidad: el enemigo interior.
Sutherland.