Lee esta carta escrita para convocar una reunión. Vuelve a escribirla en lenguaje no sexista:
Queridos padres:
Los profesores de vuestro centro os invitan a una reunión que tendrá lugar el viernes día 10 para hablar de vuestros hijos y de sus actividades en clase. Esperamos vuestra asistencia debido a la importancia de la relación entre educadores y padres para el buen seguimiento del trabajo de los alumnos.
Y debajo una caricatura donde se ve a una señora que le dice a otra, interpretamos es la profesora, con cara de profunda vergüenza:
Desde luego esta carta no va dirigida a mí, que soy MADRE, ni a mi hija, que es una ALUMNA y, por supuesto, no te afecta a ti que eres una PROFESORA. ¿A quién va dirigida?
Con dos cojones.
Bibiana Aido ha logrado introducir el mayor de los disparates del movimiento políticamente correcto. El fin justifica la anormalidad. Y el fin es la diplomacia más corrosiva y absurda.
No falta ya, en ningún discurso público, la entrada "todos y todas", "niños y niñas", "alumnos y alumnas", y el más doloroso "ciudadanos y ciudadanas". Y lo curioso es que el orador, si bien es un analfabeto lingüístico, su lenguaje le sobrepasa intelectualmente (centurias de práctica) y, en el momento en que abandona su formulismo diplomático comienza a entonar la normalidad sin darse, si quiera, cuenta. Es decir, comienza a hablar sin detenerse a agradar a los policías de la moral más casposa ¿Por qué?
Un discurso, oral o escrito, en que cada vez que una palabra tenga un gemelo genérico deba ser articulada en ambas formas se convierte en un sinvivir o, más coloquialmente, un coñazo. Y es que el lenguaje es inteligente y se mueve por el principio de economía que elimina lo innecesario y busca las formas menos costosas. Es lo que los filósofos del lenguaje llaman los usos. Y el uso del lenguaje español ha dado con que el masculino, en la mayoría de los casos, es utilizado como genérico, referente de ambos sexos. Si yo, profesor, digo: a ver, chicos, podeis empezar el examen, no sólo lanzo mi peyorata a los que tienen pito, atañe a todos sin excepción. Ignorar esto es una cuestión de cinismo cuyos objetivos, seguramente, sean distintos a los morales.
Ser políticamente correcto y caer en la tentación del aplauso fácil es ser, o bien un ignorante o un hipócrita. Por mi parte, cualquier político que reclame para sí cualquiera de ambos calificativos ya es merecedor mi mayor desprecio.
Un saludo a todos y todas.