viernes, 7 de mayo de 2010

¡El cubo se nos llena de mierda!

Hola gentes. ¿Cómo va?

Hoy me he estado enterando del tema de la incineradora (la que pretenden poner en Asturias), del que no sabía prácticamente nada, y he pasado de la perplejidad a la enajenación... los licenciados en filosofía somos así: cuando nos enfadamos rompemos cosas, atacamos a la gente con libros de Nietzsche al grito de "sólo sé que que este libro es un ladrillo". Ya sabeis la fama de impredecibles que tenemos. Puro nervio.

Pues, tras el "cuidado con el filósofo, muerde", sigo. Como en el caso de las centrales nucleares, estos temas siempre me parecieron cuestiones donde son los expertos los que deben dirimir, es decir, los que han estudiado algo que les capacite para saber si es eficaz, peligroso, útil, o lo que sea, pero al contrario que con las nucleares, me encuentro con que nadie es favorable a las incineradoras. Es más, países como Japón, que habían apostado fuerte por ellas, están dando marcha atrás.



Entonces, si nadie las quiere (colectivos ciudadanos, grupos ecologistas y expertos) y los que las quisieron están dejando de quererlas, ¿por qué razón vamos contruir una?

- Porque el vertedero se nos llena y, cuando eso ocurra, ¿qué? ¿te la quedas en casa?


La verdad, las alternativas que he encontrado me parecieron bastante vagas. Ninguna daba una solución al problema y ¡es que se nos llena la bolsa de basura!. Todas hablaban de una idea: producción limpia. Pero ¡que la bolsa se llena!

Y es entonces cuando me di cuenta de que los políticos nos infravaloran. ¡Peor aun! somos nosotros mismos, ciudadanos de a pie, los que nos tenemos en muy baja estima. Y, entonces, cuando leía que la alternativa era la producción limpia, no me entraba en la cabeza porque mi premisa era que la bolsa se iba a llenar sí o sí y, resulta, esa premisa no es necesariamente cierta.



La premisa es muy cruel. Aceptamos que somos unos cavernícolas incapaces de tener cuatro bolsas de basura en vez de una sola y entonces nos tiramos alegremente a la incineradora que, al parecer, supone:

1.- Contaminación.
2.- Gasto enorme.
3.- Usa más energía de la que suministra.

Y, ¿por qué no cambiamos la premisa y apostamos fuerte por el reciclaje? Pero una apuesta de verdad, con todas las consecuencias. En definitiva, estamos hablando de nuestra provincia, somos nosotros los que tenemos que mirar por ella. Y cuando digo apostar por esa medida digo mostrar tres actitudes desde el gobierno, en este orden y en esta jerarquía:

a.- Concienciar.
b.- Incitar.
c.- Obligar.

Esto es:
a.- Explicar la necesidad de reciclar, obviamente.
b.- Tratar de dar incentivos a los que reciclen, tanto ciudadanos individuales como empresas de buen corazón.
c.- Obligar a reciclar con medidas duras, es decir, poner multas a los ciudadanos que no reciclen y obligar, directamente, a las empresas a hacerlo.

No entra en Asturias un envase que no sea recicable.


Recuerdo (abuelo cebolleta) de Finlandia que las latas de cerveza (y tuve muchas en mis manos) tenían un suplemento en el precio que se devolvía al dejarlas en una máquina. Es decir, si la lata o botella valía X, ellos te cobraban X+Z, y el Z te lo devolvían al dejar la lata en unas máquinas que eran como las de refrescos (y eso que soy de letras). Y recuerdo también que en Suecia se multaba, directamente, al individuo que no reciclaba, pero no recuerdo cómo lo controlaban.

Dice este artículo:

"Así fue que en 1993 el Parlamento resolvió que quienes producían los envases asumirían la responsabilidad de recogerlos para reutilizarlos. Pasaron los años y actualmente hay 10.000 empresas encargadas de recuperar los envases y cuentan con 7.000 estaciones en las diferentes localidades. Un paseo por los centros barriales deja ver enormes contenedores de basura para desechos de plástico, metal, cartón corrugado, cartón común y vidrio"


Y, por cierto, la industria del reciclado crea muchísimos más empleos que el de las incineradoras.


Pd1: me estoy dando cuenta de una cosa desde que te escribo estos tostones, y es de que los políticos tienen un miedo atroz al pueblo, esto es, a la pérdida de votos por molestar al buen hombre que no quiere dejar el coche, o que no quiere reciclar. Y entonces nos tratan como niños malcriados, y llega un momento en que asumimos esa condición y ¡exigimos que nos traten como niños malcriados!

Queremos una ciudad bonita pero no dejar el coche de lado, y el político nos lo consiente.

Queremos una tierra limpia pero no separar residuos, y el gobierno toma medidas para consentirnoslo...

Pd2: yo, por mi parte ya tengo un cubo de basura de los de reciclar. Ahí está. Predicando con el ejemplo, aunque confieso, es por orgullo. Que no me traten como a un idiota ni crean que no soy capaz de sacrificar cosas por bienes mayores.

Un saludo desde filosofolandia.

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