martes, 4 de mayo de 2010

Death Proof y los pies.

El alcohol solo es un lubricante para los posibles encuentros que nos ofrece un bar




Pues sí, soy un enamorado de Pulp Fiction. Le ha visto no menos de 10 veces, y podría repetir una más sin complejos. Incluso me pone Reservoir Dogs, aunque no soy un loco de ella ni me sé los diálogos... pero hasta aquí llega mi admiración por Tarantino.

Acepto que es el mejor director de los 90', y Pulp Fiction es más que suficiente para aceptarlo. Pero, como ocurre normalmente, no se puede estar en la órbita de la genialidad de continuo, lo cual suele empujar a lleva a echar por tierra otras obras menores pero más que aceptables. Así, Kill Bill es una buena película, llena de guiños al cine de animación japonés y a las películas de chinos que, por otro lado, me encantan, una película que es más una sucesión de videoclips histriónicos; pero no es arte y ensayo. Entretiene. Es bonita. Es ágil. Y hasta aquí puedo leer. ¡No! Hay un postdata: la escena en que la Mamba Negra, ya de amarillo y conduciendo una moto, con esa música que hace que te den ganas de levantarte de la butaca, por la carretera junto con unos coches hasta su próximo escenario de ostias, es la ostia.



Y, si bien me vi cual perrillo girando su cabeza de polo y al otro, preguntándome cómo podía Tarantino, ese director que esculpió Pup Fiction, escupir Inglorious Bastards, debo decir que salí más que satisfecho de Death Proof.

Los bajos fondos son el agua del tiburón Tarantino. Kill Bill se escapa a ellos y patina pero tiene gracia en su mueca de sonrisa. Inglorious Bastards es un verdadero grano de pus que solo salva el personaje de Chistoph Waltz y la primera escena. Y, sin embargo, Death Proof me resulta curioso. Como un experimento acertado que no va más allá. Lo diré: Death Proof es la primera escena de Reservoir Dogs durante hora y media, pero aplicada a otros personajes. Sale bien, pero es como poner queso es una fabada.



Recuerdo esa primera escena en que, la cámara rodando alrededor de ellos, sin cortes, recogiendo ese altercado acerca de la propina. Soberbia. Y veo Death Proof con esa dirección, con esos diálogos intrascendentes y, siempre, con esa sensación de que se va a decir algo tan profundo que retorcerá las entrañas del mundo. Pero, y siempre hay un pero, los personajes no tienen la fuerza que tienen en Reservoir Dogs. Tan solo la chica morena, Rose McGowan, que hace el baile a Kurt Russell llena la pantalla. Porque Kurt Russell, en el mejor papel que le han dado (que yo recuerde) pierde fuerza conforme pasan los minutos. Esperas un Bruce Willis degenerado o un Michael Madsen, lento pero acojonante, y nunca llega.



En definitiva: Death Proof, esa película, ese expermiento acertado, pero limitado. Interesante, y eso no es poco.


PD: me encanta su fetichismo con los pies.



I don´t believe in tipping

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